Se trata de un juego de tres potencias de estilo barroco con ornamentación de volutas, hojas de acanto y motivos florales. La pedrería predominante son circonitas en color rubí, y cada potencia lleva en el centro una cartela con las letras del J.H.S con engastes de piedras preciosas. El material empleado plata de ley de 930 milésimas, con técnicas de abultado, cincelados y acodado, con terminación de chapado en oro de 24 kilates.
En cuanto a la decoración, el punto de partida es la interpretación tradicional del monograma de Jesucristo, I/J, H y S, cada una de cuyas letras se inscribe en una potencia. Hay diversidad de estudios e hipótesis sobre el significado de este monograma, y aunque la más aceptada es la de ser una abreviatura deformada de la palabra “Jesús” en griego, en la interpretación popular y catequética correspondería a las siglas del título latino “Iesus Hominum Salvator”, es decir, “Jesús, Salvador de los Hombres”.
Para representar el concepto correspondiente a cada una de esas palabras, ordenadas por su traducción al español, se utilizan los siguientes símbolos:
– J: Iesus. Para el nombre de Jesús se acude al cristograma más antiguo conocido, el crismón. Este es símbolo paleocristiano de Jesús el Ungido y consiste en las letras griegas ji (X) y ro (P), abreviatura de ΧΡΙΣΤOΣ (Cristo, Ungido), rodeadas de un círculo que manifiesta su carácter divino, perfecto y eterno y que adopta la forma de corona de laurel, como corresponde a quien ha vencido a la Muerte y al Pecado.
– S: Salvator. Las letras griegas alfa (A) y omega (Ω) –primera y última de su alfabeto– refieren al capítulo 21 del Apocalipsis, que describe un escenario de Salvación eterna en el que Aquel que está “sentado en el Trono de Dios y del Cordero” afirma ser “el Alfa y la Omega”, el principio y el fin, la fuente y el destino de lo creado, destino que es de Salvación: Jesús rescata del pecado y de la muerte, otorgando a los vencedores el agua de la Vida y la herencia de ser hijos de Dios, felices y santos en la Jerusalén celestial.
– H: Hominum. De los Hombres, es decir, de la Humanidad. Para representar esto, en su contexto de Salvación, acudimos a la esfera del Orbe que acoge a todo el género humano, aquella que sostiene en su mano el Salvator Mundi, envuelta, como símbolo de Redención, por el lábaro, el estandarte de la Resurrección que pende de la Cruz.